jueves, 23 de marzo de 2017

La aportación de Mesmer




Franz Antón Mesmer


(1734-1815) Nació en la aldea de Itznang, junto al lago Constanza, en Alemania. Estudió teología, primero en Dillingen y luego en Ingolstadt, donde se doctoró en Filosofía. Más tarde se trasladó a Viena, allí cursó Derecho y recibió otra investidura doctoral, esta vez en Medicina. El nombre de su tesis doctoral fue: Sobre el influjo de los planetas en el cuerpo humano, de 1766.

La terapéutica de Mesmer consiste en una imposición de las manos o "traspaso" localizada o general, dependiendo de la enfermedad. Esta debe devolver la tonicidad nerviosa a los pacientes y eliminar dolores y tics nerviosos.
Mesmer intentó poner de acuerdo los principios científicos de Newton y Descartes, entrelazándolos con la vieja astrología de Helmont y Paracelso. Defendió la idea de un fluido magnético universal, reformulando bajo su interpretación las ideas de Newton sobre el “éter” y la gravitación.

Mesmer estaba convencido de que la fuerza magnética podía ser transmitida mediante conducciones, embotellada y concentrada en acumuladores (como si fuera energía eléctrica), de manera que creó las famosas “cubas de la salud”, un recipiente de madera tapado, en el que dos hileras de botellas llenas de agua magnetizada corrían convergentes a una barra de acero, provista de puntas conductoras movibles, de las que el paciente podía aplicarse algunas en la región dolorida. Una vez construida esta especie de “batería magnética” (Zweig, 1932), Mesmer situaba a sus pacientes alrededor de ella, en contacto unos con otros a través de la punta de los dedos, formando una especie de cadena. Lo que Mesmer quería comprobar era que al transmitirse el magnetismo animal a través de varios organismos, la corriente aumentaba.

Afirmaba la existencia de un fluido universal que conectaba todo lo existente en el Universo, un lenguaje común del cosmos que afectaba a todo por igual. Esta teoría, es heredera de una vieja tradición occidental que se remonta hasta Platón, con sus ideas del alma y el mundo, y Aristóteles con su noción del quinto elemento, o elemento primigenio es decir, el éter.
Estos conceptos retomados por el hermetismo dan lugar a la noción alquimista de “fluido”.

Desengañado y en vista de que la práctica del magnetismo le estaba prohibida a pesar de las curaciones atestiguadas por los enfermos, Mesmer se retira a Constancia, donde vive apaciblemente hasta su muerte, en 1815. Pero sus discípulos, entre ellos el marqués de Puysegur, continúan con su obra. En 1784, Puysegur se sorprende al ver que sus pacientes se duermen cuando les hace la imposición de las manos. Es así como descubre el fenómeno del sonambulismo artificial, el que llama "sueño espasmódico". El cirujano inglés James Braid reemplaza en 1843 la palabra sonambulismo por hipnotismo. Finalmente, el profesor Charcot (1825‑1893), un neurólogo que ejerce en el Hospital de la Salpetriere, utiliza a su vez el hipnotismo en sus terapias.

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