jueves, 23 de marzo de 2017
La aportación de Mesmer
domingo, 19 de marzo de 2017
La visión de Paracelso
Nació el 17 de diciembre de 1493 en Einsiedeln, Suiza. Falleció el 24 de septiembre de 1541. El nombre Paracelso (Paracelsus, en latín), que él mismo escogió y por el que es conocido, significa «superior a Celso», un médico romano del siglo I.
Famoso médico, alquimista y astrólogo. Fue el iniciador de la química farmacológica y se adelantó en la marcha de la medicina hacia las ciencias naturales.Sus remedios actuaban de manera física y emocional. Su padre, que era médico, fue quien le enseñó las primeras letras y le hizo conocer y admirar la naturaleza.
En su juventud es enviado al monasterio de los benedictinos de San Andrés en Levanthal, allí se conoce con el obispo Eberhard Baumgartener, gran alquimista. Luego pasa a Basilea donde continúa con los estudios. Inició un largo viaje peregrinación que duró doce años. Buscaba los antiguos remedios naturales conservados por la tradición de los pueblos en lugares variopintos. Muchos jóvenes lo siguieron en estas andanzas. Su primer libro Paramirum, escrito en su juventud es una obra esquemática en la que analiza las causas generales de las enfermedades. En esta primera obra se ve ya al Paracelso místico y astrólogo, en un intento de antropología médica.
Después de una corta estadía en Villach, se fue a Salzburgo y luego a Estrasburgo. Pero, un hecho ocurrido en 1526 lo hizo trasladarse a la vecina Basilea. Había enfermado el famoso impresor Frobenius, junto al cual vivía Erasmo de Rotterdam. Los médicos le habían diagnosticado una gangrena del pie a Frobenius y habían aconsejado la amputación. Erasmo, que había oído hablar de ese extraño médico y de sus curas asombrosas, aconsejó mandarlo a buscar. Así llegó Paracelso a Basilea y curó a Frobenius.
El ayuntamiento de la ciudad ofreció a Paracelso la vacante de médico municipal, con licencia para dar clases en la Universidad.
Pero no alcanzó a durar un año en Basilea, pues empezó publicando un programa revolucionario, que decía así: "No vamos a seguir las enseñanzas de los viejos maestros, sino la observación de la naturaleza, confirmada por una larga práctica y experiencia...".
Fue expulsado de la ciudad de Basilea, fruto de una campaña de desprestigio, mantenida por el resto de los médicos, de tendencias conservadoras y materialistas.Esta campaña contra Paracelso se debió a que no reconocía ninguna otra autoridad médica por encima de él que no fuera la naturaleza, obteniendo favorables resultados en sus tratamientos y desesperando a la clase médica de entonces.
Según Paracelso, la naturaleza muestra el proceso de la curación. El médico es sólo un instrumento, su tarea consiste en descubrir las relaciones ocultas, coordinar una parte con otra. "Tan pronto como el hombre llega al conocimiento de sí mismo, no necesita ya ninguna ayuda ajena."
El orden cósmico era lo que le interesaba a Paracelso en primera instancia y lo halló en la tradición astrológica.
La doctrina del Astrum in corpore es su idea capital y más querida. Fiel a la concepción del hombre como microcosmos, puso el firmamento en el cuerpo del hombre y lo designó como Astrum o Sydus (astro o constelación). Fue para él un cielo cuyo curso estelar no coincide con el cielo astronómico, sino con la constelación individual que comienza con el «Ascendente» u horóscopo.
Paracelso afirmó la unidad constitutiva del universo, al decir, que “el cuerpo humano contiene materia cósmica”, pues el espectroscopio no sólo ha demostrado la existencia en el sol y demás estrellas, con los mismos elementos químicos de la tierra, sino también que cada estrella es un sol de constitución similar al nuestro. Las condiciones magnéticas de la tierra dependen de las variaciones que sufre la superficie solar a cuyas emanaciones está sujeta. Por lo que si las estrellas son soles, también han de influir proporcionalmente en la tierra.
viernes, 17 de marzo de 2017
El quinto elemento
martes, 14 de marzo de 2017
Los cuatro elementos en la Astrología
Tradicionalmente, los elementos se dividieron en dos grupos:
Por una parte, el agua y la tierra que son elementos femeninos, o yin. Son auto-represivos, viven más dentro de sí mismos, no se permiten expresar su energía esencial hacia afuera sin cautela y previsión.
Y en otro grupo el aire y el fuego que son elementos masculinos o yang. Son auto-expresivos, sacan fuera sus energías y expresan su sustancia vital sin reservas. Los de fuego mediante la acción, los de aire mediante interacción social, intercambio de ideas y expresión verbal. Cada elemento llevaba asociado en si unas esencias básicas, así el agua simbolizaba los sentimientos, las emociones, la sociabilidad. El aire simbolizaba el pensamiento, el intelecto, la inteligencia, la libertad. El fuego simbolizaba la agresividad, lo constructivo y destructivo, la acción, la pasión, la necesidad. La tierra representaba lo inmóvil, la fecundidad, lo estable, la estructura, el soporte, el alimento y la posesión.
En la ciencia moderna podemos observar que, la materia puede modificarse a partir distintos estados o fases, denominados estados de agregación de la materia, en relación con las fuerzas de unión de las partículas (moléculas, átomos o iones) que la constituyen. Todos los estados de agregación poseen propiedades y características diferentes; los más conocidos y observables son cuatro, llamados fases sólida, líquida, gaseosa y plasmática. Los cuatro elementos simbolizaban estos estados de la materia descritos en la física: la tierra es sólida, el agua líquida, el aire es gaseoso y el fuego es plasma o energía radiante. También podemos decir que representan las cuatro necesidades primarias de todo organismo avanzado: aire, agua, tierra (o alimento) y fuego (calor).
Todos los cuerpos se componen de los cuatro elementos. El estado sano consiste en el equilibrio y la distribución apropiada de estos cuatro elementos, y la enfermedad es su desarreglo.
En algunas doctrinas esotéricas se habla de la cualidad que cada elemento debe vencer para progresar espiritualmente: El fuego la ira, la tierra el apego, el agua la pasión y el aire la codicia.
Y las lecciones que cada uno debe aprender: El fuego necesita aprender a amar. El agua necesita aprender la paz. El aire necesita aprender la hermandad. La tierra necesita aprender el servicio.
Se podría afirmar que la base de la astrología radica en la presencia de estos cuatro elementos, pues el sistema de signos (la rueda de los doce signos del zodíaco), no es más que la triple sucesión de estos cuatro elementos, cuya principal variación está en la modalidad con la que surgen, lo cual se conoce como modalidad “cardinal”, “fija” y “mutable”.
Este es el juego del zodíaco: cuatro elementos y tres modalidades, lo cual, al multiplicarlo, da como resultado los doce signos. Tanto el sistema de planetas, como el sistema de casas (lenguajes fundamentales de la astrología) son incomprensibles si no nos detenemos un momento en el primer sistema, el sistema de signos, y más aun, si no profundizamos en la presencia de los elementos que lo conforman.
Por lo tanto, según estos principios, dentro de nosotros tenemos los cuatro elementos básicos de la naturaleza e intentar equilibrarlos significa la evolución física y espiritual. Cada uno de nosotros tiene de principio su propio equilibrio de los elementos obtenido al nacer, de los cuales siempre hay algunos que predominan por encima de los otros y a estos debemos prestar especial atención.